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Pintando sensaciones meteorológicas

Hoy la introducción será bien corta… ¡Hay tantas cosas que contarle! Desde hace muchos siglos, siempre ha habido alguien que ha querido compartir las sensaciones que aportan los fenómenos meteorológicos. Hace más de cien años que disponemos de fotografías, pero ¿cómo lo hacían antes? Pues encontramos auténticas maravillas que ni las mejores fotografías actuales pueden transmitir. Hemos hecho una selección de artistas con su correspondiente repertorio de fenómenos. ¡Empecemos!

La «pequeña era glacial»

El climatólogo Hans Neuberger ha estudiado 12 000 pinturas de 41 museos comprendidas entre 1400 y 1967, y ha observado que aquellas en las que hay el cielo más oscuro, con más nubosidad y con nubes más densas son las realizadas entre 1500 y 1849, coincidiendo con la «pequeña era glacial». Aquí podemos ver un ejemplo, en estos canales helados del holandés Andreas Shelfhout (1787-1870):

O en este otro de Hendrik Avercamp (1585-1634), con jugadores de golf sobre hielo, también en la zona neerlandesa:

Pero también encontramos heladas tremendas más hacia el sur, como la laguna veneciana congelada en 1709, pintada por Gabriele Bella (1730-1799):

Precisamente uno de los peores inviernos de la «pequeña era glacial» fue el de 1709, descrito con detalle por el sacerdote de Angers: «El frío empezó en enero, y duró hasta el día 24, cuando alcanzó su máximo rigor. Las cosechas quedaron destruidas, las gallinas murieron de frío y muchos animales murieron en sus establos, además de pájaros, patos, perdices, cuervos… También sufrieron por el frío robles y abedules. Dos terceras partes de los viñedos quedaron arrasadas, e incluso yo mismo me quedé sin vino. En marzo, los más pobres se rebelaron para poder seguir vendiendo trigo, ya que se lo quedaban los ricos…». Otro invierno muy crudo fue el de 1739-1740. No hubo primavera, y el verano fue frío y húmedo. Los pobres se rebelaron, y el gobernador de Lieja propuso a los ricos «que dispararan para dispersarlos…, únicamente quieren pan y revueltas». Mucha gente intentó encontrar culpables de tanto frío y se inició una caza de brujas, ya que creyeron que estas conspiraban para «crear» mal tiempo.

Avancemos un poco en el tiempo y hablemos de pintores-exploradores… o exploradores-pintores.

La Escuela del Río Hudson

Imagínese un grupo de pintores de mediados del siglo xix, cargados con sus caballetes, pinceles, brochas, pinturas…, explorando montañas y valles perdidos en el noroeste de Estados Unidos, siguiendo el curso del río Hudson, para poder plasmar en sus telas las maravillas de la naturaleza hasta entonces desconocidas. Este aventurero grupo de pintores pertenecía a la Hudson River School (Escuela del Río Hudson) y su fundador fue Thomas Cole (1801-1848), autor de paisajes increíbles. Lo que más lo impresionaba era el cambio de color de los bosques cuando llegaba el otoño, y las diferentes luminosidades que experimenta el paisaje antes, durante o después de una tormenta. De todos los miembros de la escuela, me ha llamado especialmente la atención Sanford Robinson Gifford (1823-1880), ya que tenía una fijación casi obsesiva con las tormentas. Y qué manera más impresionante de plasmarlas en sus telas.

En 1826, una gran tormenta provocó un alud de tierra y barro en las White Mountains, cadena montañosa perteneciente a la cordillera de los Apalaches. Murieron sepultados los nueve miembros de una misma familia. Cuando se conoció la tragedia, el espíritu aventurero de unos cuantos pintores de la Escuela del Río Hudson los llevó a conocer aquella zona, y quedaron tan fascinados por el paisaje que crearon una rama de la escuela: The White Mountain Art. Le recomendamos que admire las increíbles vistas plasmadas por estos pintores que lucharon contra los elementos… Y la guinda la pondría la música de Aaron Copland y su Appalachian Spring.

Y como ya no nos queda demasiado espacio (habrá que hacer una segunda parte más adelante), acabaremos con Frederic Edwin Church (1826-1900). Nacido en Hartford (Connecticut), desde muy joven se interesó por la naturaleza y los fenómenos meteorológicos. Tiene multitud de pequeñas pinturas de nubes, puestas de sol, nevadas…

 

… pero quizá lo que más nos impresiona de él son sus paisajes árticos. A mediados del siglo xix se realizaban numerosas expediciones al Ártico para alcanzar el polo Norte. La muerte de muchos expedicionarios aumentaba la pasión por alcanzar algún día lo inexplorado. Los paisajes solitarios, helados, con cielo borrascoso, y sobre todo los icebergs, son frecuentes en la obra de Frederic Edwin Church. En la imagen adjunta podemos disfrutar de una obra realizada en 1862 y titulada Los icebergs. Se puede apreciar, a la izquierda, un mástil roto, homenaje al gran explorador sir John Franklin, muerto en una de sus expediciones al Ártico en 1847.

 

En 1867, Frederic, su mujer y sus cuatro hijos hicieron grandes viajes juntos para compartir las bellezas de la naturaleza. Tres años más tarde compraba unos terrenos sobre una montaña, con extraordinarias vistas al río Hudson, y construía un castillo donde viviría con su familia y pintaría, sin parar, paisajes exóticos de gran belleza.