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Más malo que una granizada

Cuando era pequeño, un día debí de hacer algo (no recuerdo qué) clasificado por los adultos como no correcto, y una tía mía me dijo que «era más malo que una granizada». Creo que fue a partir de entonces que tomé la decisión de dedicarme a la meteorología.

Hoy hablaremos de agua «sólida», la más sólida de todas: el granizo y la piedra. Primero, la explicación. En una nube de tormenta encontramos corrientes ascendentes y descendentes que transportan partículas de vapor de agua arriba y abajo. En su viaje por las zonas de la nube más elevadas, a seis, ocho, diez quilómetros de altitud, donde, también en verano, las temperaturas son bajo cero y con gran cantidad de cristales de hielo, estas partículas de vapor de agua se recubren de una capa de hielo, no una vez, sino muchas, en cada subida y cada bajada, hasta convertirse en verdaderos pedruscos que finalmente caen en forma de granizo (menos de un centímetro) o piedra (más de un centímetro). Si cortan un granizo por la mitad, verán una serie de capas concéntricas como una cebolla: cada capa es un viaje por el interior de la nube.

El granizo y la piedra afectan a la superficie formando verdaderas «calles», ya que la nube que los provoca tiene forma de acantilado, torres de nubes cortadas en vertical. Así que, es posible que en una zona situada por debajo de la nube caiga un gran aguacero o pedrada y a pocos centenares de metros o incluso a decenas de metros, no caiga nada. Eso lo sabe bien la gente del campo: la mitad de un cultivo puede quedar arrasada por una pedrada y la otra mitad puede quedar intacta o con pocos daños. Podemos ver esta «calle de granizo» en Alberta (Canadá), después de una tormenta.

 

 

El récord oficial de la mayor pedrada del planeta se registró el 14 de abril de 1986 en Gopalganj (Bangladesh), donde cayeron piedras de 1,02 kilos. Pero en Cataluña no nos salvamos de las «pedradas» considerables. En agosto de 1987, en Tàrrega, cayeron piedras de 500 a 700 gramos, que perforaron techos y destrozaron vehículos.

 

Un color blanquecino y liso en las tormentas denota la proximidad del granizo. En julio del 2005, persiguiendo una tormenta en el Montseny, nos sorprendió con una pedrada impresionante. Desde el interior del coche tuvimos que poner las manos en contacto con el parabrisas para que las piedras no lo rompieran. Y peor fue la persecución de una tormenta entre el Vallès Oriental y Osona el 6 de septiembre del 2014, con piedras como huevos de gallina que nos pusieron la piel como la del mismo animal, además de hacer un terrible ruido y, por supuesto, provocar muchos daños.

El 21 de agosto del 2007, a media tarde, en la pequeña localidad de Dante, situada en el estado norteamericano de Dakota del Sur, el cielo se volvió verde oscuro, lo cual presagiaba lo peor. Una potente tormenta descargó piedras de enormes dimensiones, de más de medio kilo de peso. No cayeron en gran cantidad, pero las que golpearon la superficie causaron numerosos daños: perforaron tejados, destrozaron coches y dejaron agujeros en el campo de 25 a 30 centímetros. Por pocos milímetros no alcanzaron el récord de piedras más grandes caídas en Estados Unidos. Este récord lo tiene la localidad de Aurora, en el estado de Nebraska, donde el 22 de junio del 2003 cayeron piedras de 18 centímetros de diámetro y 48 centímetros de circunferencia.

 

 

En la imagen podemos observar un granjero de Dante sosteniendo dos pedruscos, uno en cada mano. El de la izquierda es más o menos redondo, pero el de la derecha es muy irregular, normal en piedras de grandes dimensiones. Recuerden que una piedra de granizo asciende y desciende dentro de la nube de tormenta a gran velocidad, a veces a más de 100 kilómetros por hora, y se encuentran capas de aire muy frío con otras de aire cálido, lo que provoca la descongelación en unas zonas y la acumulación de hielo en otras. Por si no hubiera sido suficiente, en la misma localidad de Dante, el jueves siguiente volvieron a registrar otra gran tormenta, con piedras de 15 a 38 centímetros de diámetro. Lo que no había quedado destruido por la primera tormenta quedó arrasado por la segunda. Los estados de Nebraska y Colorado registran el mayor número de tormentas de piedra de Estados Unidos: de ocho a diez cada año. Veamos una imagen más del fenómeno en dichos territorios.

 

 

 

Estadísticamente, en Cataluña hay más pedradas en el interior y más granizadas en la costa, que son más grandes en las zonas llanas interiores. No confundamos la piedra con la caída de bloques de hielo con cielo sereno, fenómeno muy extraño pero que se observó con cierta frecuencia a finales de las décadas de los 80 y los 90. Ya tenemos constancia de este fenómeno en un informe que publicó Napoleón…, así que no se trata de un hecho moderno. Se lo explicamos en el próximo artículo.