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Estornudando bajo la lluvia

Ya les avisamos de que a lo largo de estas semanas veraniegas ofreceríamos información «refrescante» o, por lo menos, algo más ligera; eso sí, siempre con el agua como protagonista. Se preguntarán el porqué del título de este artículo, pues a continuación tienen la explicación.

 

Monos pluviómetro

A comienzos del 2010, un equipo de primatólogos internacionales descubrió una nueva especie de mono al noreste de Birmania. El motivo por el cual no ha sido descubierta hasta ahora es que se encuentra aislada por dos barreras naturales: los ríos Salween y Mekong. Se trata del Rhinopithecus strykeri, un mono chato, sin nariz o como si la tuviera vuelta hacia arriba. De hecho, en el dialecto local es conocido como mey nwoah, que significa «mono con la cara vuelta hacia arriba». Esta especie está formada por una pequeña población de unos 300 ejemplares, que se encuentran en peligro de extinción especialmente por los cazadores locales. La particularidad de estos animales es que, cuando llueve, y en esa zona lo hace con frecuencia, el agua se les acumula en la nariz y los hace estornudar, aunque a veces esconden la cabeza entre las rodillas para evitarlo. Si se cuenta el número de estornudos de un mismo ejemplar, se puede saber los litros de lluvia que están cayendo…, más o menos. Existe otro tipo de mono chato al sur de la China y el Vietnam, pero no estornuda o, por lo menos, no lo hace por razones pluviométricas.

 

 

Dejemos los monos chatos y cojamos el paraguas para recordar un año en el que llovió mucho… ¡incluso le pusieron música!

 

 

El año pasado por agua

Este es el nombre de una zarzuela de Federico Chueca y Joaquín Valverde que se estrenó el 1 de marzo de 1889 en el Teatro Apolo de Madrid. Se inicia con un Madrid lluvioso y encharcado y con el coro cantando «que llueva, que llueva…». Inmediatamente se da paso a la Mazurca de los paraguas, canción que se hizo famosísima. Cuando, un año más tarde, se estrenó en París, los franceses estuvieron cantando esta pieza durante meses. El nombre de esta zarzuela lo motivó el comportamiento meteorológico de 1888: lluvia y más lluvia y temperaturas muy bajas durante todo el año. En Madrid, la media de precipitación anual no sobrepasa los 450 litros y aquel año se recogieron 621. No es una gran cantidad, pero cayó repartida a lo largo de 123 días, cuando los días de lluvias suelen ser 63.

 

 

De hecho, aquel año fue extraordinario por los temporales de lluvia y frío en toda España. Los meses de febrero y marzo fueron muy fríos y con mucha nieve. El pueblo de Pajares quedó, literalmente, sepultado por la nieve. Las brigadas de salvamento supieron que caminaban por los tejados gracias a que sobresalía alguna chimenea; así adivinaron que estaban andando «sobre» el pueblo. El frío obligó a los lobos a acercarse a Oviedo para encontrar comida, lo cual sembró el pánico en la ciudad. En pueblos de Asturias se construyeron túneles de madera por debajo de la nieve para trasladarse de un punto a otro. Todavía quedan restos de estos pasadizos en algunas localidades. El 20 de mayo de 1888 se inauguró la Exposición Universal de Barcelona y, durante aquel verano, quienes asistieron al evento casi siempre tuvieron que hacerlo bajo el paraguas y bien abrigados.

 

 

 

Y ahora toca saber si lloverá o no. Pero resulta que no tenemos barómetro, ni ninguna aplicación de aquellas de las que mejor no fiarse mucho. La solución podría ser…

 

 

La rana del tiempo

A finales del siglo xviii se puso de moda en diferentes países europeos tener ciertos animales en peceras o recipientes de cristal, con la única finalidad de pronosticar el tiempo. Los campesinos no empezaban su tarea diaria sin antes observar los movimientos del animal. Los más utilizados eran las ranas verdes (Hyla arboria) y las sanguijuelas. Ya en 1787 encontramos esta reseña en una carta del poeta inglés William Cowper a Lady Heskett: «Tengo una sanguijuela que presagia todas las maravillas y conmociones de la naturaleza. [...] Vale por todos los barómetros del mundo». Las ranas verdes se introducían en peceras con arena, un poco de agua, musgo y una pequeña escalera por la que podían trepar hasta la boca del recipiente, que estaba cubierta por una tela. Tanto las sanguijuelas como las ranas venían con un pequeño libro de instrucciones titulado Barómetro animado de nueva invención. Un par de ejemplos: si la rana se bañaba con mucho movimiento, lluvia segura; y si subía por la escalera, sol radiante.

Para terminar, y si no disponen de la rana del tiempo, pero quieren conseguir una predicción basada en la naturaleza, sirvan estas señales:

- Las estrellas parpadean intensamente antes de la lluvia.

- Los gatos se friegan la cara si va a llover.

- Antes de la lluvia, los rebaños están inquietos y no hacen caso.

- Si las lechugas se abren como un abanico, o la sal o la harina están húmedas, la lluvia está cerca.

- Si los peces saltan fuera del agua, se acerca tormenta.

- Si los murciélagos chocan contra las paredes, cambio de tiempo.

- Si las arañas se esconden, alejándose de las telarañas, se aproxima lluvia.