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Catalunya, de sequías a inundaciones

Mientras escribo estas líneas, domingo 26 de abril, aún tengo en la memoria la extraordinaria situación vivida pocos días atrás. Se han batido todos los récords de lluvia en un mes de abril en la ciudad de Barcelona y las comarcas vecinas (280 litros cuando la media es de poco más de 50 litros) y además se ha batido el récord de más horas seguidas de lluvia ininterrumpida, como mínimo desde el 1904, 90 horas de agua y más agua; para que luego algunos digan que antes llovía más o que llovía durante días y días sin parar. Desde el 1 de enero y hasta el 26 de abril se han registrado cantidades de precipitación de más de 400 litros, cuando la media en buena parte de la Costa Central y el interior del país es de 550 a 650 litros… ¡anuales! Y todavía faltan los meses más lluviosos del año, septiembre y octubre.

 

 

Memoria meteorológica: Ya sabemos que la memoria meteorológica es bastante mala. A veces nos acordamos únicamente de algunos hechos puntuales y, a medida que pasan los años, nos parece que aquello ocurría más a menudo. “Antes nevaba más” … ¡verdad a medias! En la década de los 60 del siglo pasado, menudas nevadas hubo en las cotas bajas, pero las de los 70 fueron bastante escasas, abundantes en los 80, escasas de nuevo en los 90 y otra vez abundantes durante la primera década del siglo actual. Eso sí, antes hacía más frío.

 

Rogativas “pro plovia” y “pro serenitate”: Una sequía hace un siglo o con anterioridad implicaba la posibilidad de pasar hambre. Poblaciones de la Costa Central o del Baix Llobregat, Anoia, Garraf… se proveían especialmente de los cultivos del Baix Llobregat y si no llovía, no había cultivos y, por lo tanto, tampoco había comida. La fe religiosa siempre ha implicado la demanda de generosidades divinas en épocas de penuria. Si no llueve se pide lluvia (rogativas “pro plovia”) y si llueve demasiado se pide que cese el temporal (rogativas “pro serenitate”). Ya durante el califato de Abderramán III en el territorio de Al-Ándalus, se hicieron plegarias a partir del 1 de julio del año 941 y durante dos meses a causa de la grave sequía en los campos y la falta de agua en los aljibes, especialmente en Córdoba.

 

 

Las procesiones de rogativas fueron instituidas por San Mamert, obispo de Viena, en el año 469. Muchas de estas rogativas quedaron registradas documentalmente en los archivos de los obispados, los cuales han constituido una fuente muy valiosa para conocer períodos de sequía. Una de ellas, recuperada de las diócesis de Burgo de Osma, decía “…Virgen Santa del Espino, ten compasión de los pobres, -échanos un chorro de agua, - defiende a los labradores…”. Durante los años 1567 y 1568 y precisamente durante los meses de abril y mayo, la sequía fue extrema en Catalunya y se hicieron numerosas rogativas en Tortosa, la Seu d’Urgell o Barcelona. Los molinos hidráulicos dejaron de funcionar ya que los ríos se quedaron secos. En Barcelona, tenían una serie de santos clasificados por categorías. Si la sequía era leve, sacaban un santo poco importante. Pero si la sequía era grave, pasaban al santo de mayor rango.

 

 

 

Si bien se dice que la fe mueve montañas, difícilmente moverá las nubes. Si “provocamos” lluvia en una zona, el equilibrio atmosférico lo compensará haciendo que una zona vecina tenga menor posibilidad de lluvia. Lo de jugar con la naturaleza no suele conseguir buenos resultados… ya hablaremos más adelante sobre la manipulación de la atmosfera, tema realmente interesante y terrible al mismo tiempo.

 

Una anécdota: A principios del siglo XX hubo una gran sequía en las comarcas del Pirineo de Gerona. Un sábado se reunieron en Ribes de Freser varios habitantes de pueblos del Ripollès para ir en procesión hasta el santuario de Núria. Una vez allí, pidieron lluvia en abundancia. A su vuelta, se formó un cumulonimbo y descargó una granizada que arrasó todos los cultivos. ¡Hay que rezar con medida!

A medio camino del polo Norte y del ecuador: Habrán observado que desde el inicio de este artículo hemos hablado de las abundantes lluvias de este mes de abril y de las sequías que nos han afectado históricamente. Catalunya, al noroeste de la península Ibérica, se encuentra a medio camino del polo Norte y del ecuador, por lo que podemos tener entradas frías que nos congelan o tórridas bocanadas de aire que nos castigan, como por ejemplo la de finales de junio de 2019. Pero también tenemos un mar Mediterráneo que se calienta extraordinariamente a lo largo del verano. Cuando, a finales de agosto, septiembre u octubre, llegan las primeras entradas de aire frío por capas atmosféricas superiores y se encuentran con un mar caliente, con una masa de aire cálida y húmeda en la superficie, se produce un cóctel explosivo dando lugar a enormes tormentas, comparables a las más fuertes de la India en época monzónica, y verdaderos monstruos nubosos de más de 10 km de dimensión vertical, capaces de dar precipitaciones de 300 a 500 litros en solo uno o dos días. Pero será la próxima semana cuando explicaremos el porqué de estos grandes contrastes, pasando de años extremadamente secos a períodos de lluvias torrenciales… y la evolución prevista para los años futuros.