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560 millones de toneladas de agua

Esta cifra astronómica de agua es la que cayó en 14 horas sobre el departamento francés de los Alpes Marítimos entre el 2 y el 3 de octubre del 2020, casi toda durante aquella fatídica noche. Esta cantidad de agua equivale a llenar 190 000 piscinas olímpicas. En la estación de esquí de Limone-Piemonte, en el valle de Vermenagna, cayeron 600 litros; y en Saint-Martin-Vesube, 502 litros, récord histórico de toda la región. Pero ¿de dónde sale tanta agua? En este caso, la respuesta la tenemos en una borrasca llamada Álex, una «tormenta con lluvias diluvianas», según Météo France, que la noche del 1 de octubre llegó a Bretaña, procedente de Groenlandia, con vientos de 160 km/h. Llevaba mucho aire frío en las capas altas y, después de cruzar Francia en diagonal, cuando llegó al sureste del país, se encontró con una corriente de vientos muy cálidos y húmedos en superficie que venían del Mediterráneo. Los Alpes Marítimos hicieron de palanca para dar más impulso a estos vientos cálidos, que se vieron obligados a ascender y se encontraron con el aire frío de capas superiores… Y ya tenemos el cóctel perfecto para descargar enormes cantidades de precipitación, cumulonimbos o nubes de tormenta que alcanzaban los 16 kilómetros de altura. Aparte de los grandes daños materiales, se han contabilizado 21 personas desaparecidas. Veamos esta imagen del satélite con el agua fangosa desembocando en el Mediterráneo, poco después de los aguaceros.

 

 

Aquí tenemos unos datos muy destacables sobre el aumento de estos episodios violentos o extremos en el Mediterráneo. También según Météo France, desde 1961 los aguaceros torrenciales de más de 200 litros en 24 horas han aumentado un 22 % en todo el Mediterráneo, pero este incremento se está disparando en la última década. La causa radica en el calentamiento del planeta y, por consiguiente, en el aumento de la temperatura del agua del mar, que libera una gran energía y alimenta las nubosidades, como ha ocurrido recientemente, cuando se dan las condiciones necesarias. En la siguiente gráfica podemos apreciar el aumento de los fenómenos extremos con aguaceros en las últimas décadas:

 

 

 

Precisamente mientras escribo estas líneas, el domingo 11 de octubre de 2020, estoy observando por la ventana la sierra de Collserola, ufana después de los aguaceros de ayer. En la ciudad de Barcelona cayeron entre 20 y 60 litros, pero entre el Garraf y el Baix Llobregat, las montañas pegadas a la costa jugaron un papel similar al de los Alpes Marítimos franceses una semana antes, aunque en menor escala. En Castelldefels se superaron los 100 litros en 12 horas, con inundaciones en algunos sectores de la comarca.

Para terminar, algunos datos históricos referentes a los típicos aguaceros que suelen afectar a la comarca del Rosselló, castigada de vez en cuando por grandes tormentas, ayudadas una vez más por la orografía.

En el Rosselló, comarca limítrofe con el Alt Empordà, se han registrado históricamente lluvias torrenciales de extraordinaria violencia. La presencia del Canigó, de 2784 metros, que asciende bruscamente, da fuerza a las masas de aire húmedas del Mediterráneo, y a veces pueden caer cantidades de precipitación comparables a las lluvias monzónicas más fuertes. Ya se tiene constancia de inundaciones en la comarca el 13 de septiembre del año 878, aunque las peores riadas se registran entre el 8 y el 14 de octubre de 1421 o los días 16 y 17 de octubre de 1763. El 24 de agosto de 1842, una gran tormenta afectó a la zona comprendida entre Barcelona y Perpiñán. En esta última ciudad, a las once de la mañana, descargó un aguacero de 111 litros en tan solo 90 minutos.

Pero las inundaciones más graves en la historia reciente de la comarca se produjeron entre los días 16 y 19 de octubre de 1940 (otra vez vuelve a aparecer el mes de octubre). Viendo los mapas isobáricos de aquellos días, entre el Empordà y el Rosselló no dejó de soplar viento del sureste, con la borrasca situada entre Lisboa y Madrid. El Canigó hizo de palanca perfecta, perpendicular al viento, y obligó a las masas nubosas a ascender con gran ímpetu. Este fue el resultado: en Fenollet cayeron 500 litros, 250 el día 17; en Sant Llorenç de Cerdans recogieron 1500 litros, 800 el día 18; y la vertiente sur del Canigó recibió la increíble cantidad de entre 1200 y 2000 litros, de los cuales entre 700 y 1200 cayeron el día 17. Son cifras aproximadas, ya que los pluviómetros no daban abasto y el agua se desbordaba. El resultado fueron millones de toneladas de aluviones que ocuparon buena parte del Rosselló, con un balance de 48 muertos, más de 25 puentes destruidos y 250 casas, hoteles y fábricas arrasadas por las aguas del Tet.

La conclusión que podemos extraer de todo esto es que tenemos que ponernos las pilas, si hay que decirlo en lenguaje coloquial. Las grandes empresas empiezan a plantearse actuar ante estos fenómenos extremos, que cada vez serán más frecuentes. No podemos quedarnos con los brazos cruzados, viendo como el agua arrasa con todo lo que encuentra a su paso. También debemos trabajar todos juntos para cumplir los objetivos de la Agenda 2030, presentada por Naciones Unidas y aprobada por el Gobierno catalán, relacionados en gran parte con el cambio climático y el medioambiente. ¡Vamos! ¡Si nos esforzamos, conseguiremos minimizar los efectos!